El Perfume, de Patrick Süskind

Posted in Lo encontré en el libro... on 25 octubre, 2015 by Shibumi-san

 

«Su olfato lo distanció aún más de sus congéneres, lo acercó aún más al polo magnético de la mayor soledad posible.
Tardó un momento en convencerse de que había hallado en el planeta un sitio prácticamente carente de olor. Sólo se percibía el sosegado aroma de piedras muertas. Había algo sagrado en ese lugar.
 Libre de toda distracción externa, pudo regodearse con su propia existencia y le pareció espléndida. Casi había olvidado sus planes y obsesiones y podría haberlo hecho.

(…)

En su ropa había miles de olores; solo había un olor ausente: el suyo.
Por primera vez en la vida, se dio cuenta de que no tenía olor propio. Comprendió que siempre había sido invisible para todos los demás. Ahora lo embargaba el temor a su propio olvido. Era como si no existiera.

(…)

Debía retomar su viaje a Grasse. Allí le enseñaría al mundo que no solo existía, que era alguien, sino que era excepcional. A partir de esa decisión, parecía que los dioses empezaron a sonreírle.

La primera gota y la última. El principio y final de todo.

…La llama de la sabiduría, de Juan Francisco Ferrándiz.

Posted in Lo encontré en el libro... on 25 abril, 2015 by Shibumi-san

 

«La história está llena de damas «esclarecidas» que aportaron grandes beneficios a la humanidad, como Carmenta, Minerva o Ceres. Se aferraron a ella en forma de leyendas y mitos para no quedar sepultadas. No olvides a las sibílas, sacerdotisas y profetas, con la capacidad de establecer un puente sólido entre el mundo tangible y el más allá.

Ahora levanta tus ojos hacia los altares. Verás a Catalina de Alejandría, que estudió en la mayor biblioteca jamás vista y alcanzó tal sabiduría que superó con su dialéctica a los filósofos del emperador Magencio. Como Hipatia de Alejandría, también fué condenada por no renunciar a sus ideas. Sorprende el paralelismo entre ambas sabias de aquel tiempo, una cristiana y otra pagana; dos caras de una misma moneda. Al lado verás a Santa Ana, que es la madre de la Madre, al igual que las diosas Deméter y Perséfone de los antiguos griegos; transmisoras del saber. Otras santas, Bárbara, María Magdalena o Eulalia, sostienen libros como símbolos del conocimiento y fortaleza.

De ellas conservamos su erudición y su testimonio. Pero ¿son ellas las únicas? No. Son sólo un símbolo que evoca a las mujeres que te rodean, anónimas, con defectos y virtudes, pero que custodian la memoria familiar, los remedios curativos y otros saberes propios de las damas; también las que enseñan a rezar y muestran los rudimentos de la fe a los hijos y los nietos.

Así lo estableció Platón en Crátilo y en Las leyes al señalar a las mujeres como las que guardan mitos y fábulas útiles.

Lo que transfieren en realidad es la memoria genealógica, los cimientos de la identidad de una familia, una comunidad, o una patria.

Cada una es una sibíla y ejerce la sagrada labor de sacerdotisa y profeta.

   (…)

La dignidad nos corresponde por derecho natural y nuestras capacidades intelectuales nos sitúan en un mismo nivel. Una vez asumido este aspecto externo, debemos quebrar el sello y penetrar en el misterio que nos elevará del conocimiento mundano al primigenio.»

 

 

La llama de la sabiduría

«He visto»

Posted in Curiosidades on 30 octubre, 2014 by Shibumi-san
 
 
«He visto a burros hablar, y a hombres rebuznar; a serpìentes ponerse de pié y a hombres arrastrarse; a hombres llorar como niños, y a niños trabajando y luchando como hombres.
 
He visto al alumno enseñar al maestro y al maestro aprender del alumno. He visto feliz al vencido y amargado al vencedor. He visto derrotado al que daban por ganador, y salir victorioso al que daban por vencido.
 
He visto comprar barata la gloria y vender cara la derrota. He visto castigar lo justo y justificar lo injusto.
 
He visto piedras embarradas de valor incalculable, y brillantes trofeos que carecían de él.»
 
 
(Fanatleti)

Piedra Atlético

Ego Vs. autoestima

Posted in Wo-Oshimu (Algunos de mis micro-relatos) on 2 febrero, 2014 by Shibumi-san
 
 
(Robándole un momento al tiempo, medito «en voz alta»):
 
Malditas fronteras.
Fronteras físicas, políticas y espirituales que nos pretenden hacer diferentes.
Fronteras dibujadas con la orina de unos perros que solo quieren delimitar su territorio.
 
Malditos nacionalismos y/o nazionalismos y/o religiones, fuente/s de todas las guerras.
 
Maldito retrogradismo y maldita incultura que desemboca en que aún en el siglo XXI,  seamos capaces de permitir que los tiburones puedan alterar la voluntad de nuestras mentes , distorsionándonos la realidad con el fin de no abandonar sus tronos de oro.
 
Malditas pérdidas humanas que causa la violencia (ya considerada y aceptada como característica propia del Ser Humano),  derivada de la ambición (también considerada y aceptada como característica propia del Ser Humano), la corrupción, y el maldito concepto de la propiedad.
 
(Y después de meditar, pienso…
«Medito divinamente, desde luego». Malditos egos.)

 

(Ichigeki Hisatsu Shibumi-san)

 

Utiliza la palabra

Posted in Curiosidades on 16 agosto, 2013 by Shibumi-san
 
Tenemos la palabra, que sirve para informar, denunciar, conmover y convencer.
 
La palabra, esa magia que permite tocar el alma humana, que se dota de dignidad, de aroma. Palabras de vida que se utilizan como colchón afectivo, como mediador verbal.
No devaluemos su uso, transmitamos el amor a las palabras, su uso correcto, callemos cuando no sepamos que decir, hablemos solo para decir la verdad, seamos dueños de nuestras palabras, utilicémoslas con sobriedad, dispongamos de un rico y amplio vocabulario, busquemos la precisión y sonoridad, utilicemos el diccionario y pensemos antes de hablar.
 Dejo constancia de mi incredulidad respecto a la afirmación “una imagen vale más que mil palabras”, y es que todos los animales ven; sólo el ser humano tiene una lengua que le permite transmitir cultura y psico-historia, concentrarse en el propio yo, planificar a largo plazo, tomar conscientemente decisiones, alcanzar el autocontrol, comprender el punto de vista de otra persona y cooperar para desarrollar ambiciosos proyectos. Y es que no sólo el cerebro crea el lenguaje, sino que el desarrollo del lenguaje evoluciona el cerebro.
Me preocupa sobremanera que el raciocinio se empobrezca víctima de un raquítico lenguaje  –hay jóvenes que se manejan con quinientos términos-.  Esto unido a la escasez de lectura provechosa y diversificada arroja como resultado un bagaje cultural muy pobre, lo que nos incapacita para resolver problemas a través del diálogo con interlocutor o con uno mismo. La creación se resiente, las ideas se agotan.
 Es mediante el lenguaje como creamos el mundo, así que es esencial, etimológicamente imprescindible, enriquecer el lenguaje gestual, el verbal y el escrito, pues tienen distintas connotaciones y exigencias en el desarrollo mental. Las palabras son imprescindibles para la realización de nuestros deseos y el enriquecimiento de los sentimientos. En gran medida, el lenguaje que poseemos determina nuestro paso por la vida. Hay quien piensa todo lo que dice (y viceversa), los hay que desde el conocimiento y la razón argumentan (por el contrario encontramos a quienes desde la ignorancia gritan), y algunos  –los menos-  son personas interesantes que hablan de las ideas.
 El lenguaje socializador es esencial para comunicarse, para entender al mundo. Debemos utilizar palabras ajustadas, frases precisas y, en la medida de lo posible, buenas ideas; comunicarnos de forma clara e inequívoca. Para hablar, primero hay que saber escuchar –lo que implica poner atención (no interpretable como oirse a uno mismo)- , analizar de forma objetiva, razonar con criterio, transmitir correctamente lo que pensamos y lo que sentimos, y evitar los diálogos contaminantes. La verdad es que, no escuchamos, a veces no comprendemos y, por si falta algo, puntualmente ni siquiera recordamos.
Añadir aquí que, si nos escucháramos cuando hablamos, hablaríamos menos y, desde luego, seríamos más cautos sin aseverar con rotundidad “siempre/nunca” o “todo/nada”.
En ocasiones, deberíamos dejar hablar a nuestro niño interior, no olvidemos que somos el desarrollo del niño que fuimos. Preguntas que no esperan respuesta, silencios que todo lo dicen y borracheras de palabras que nada dicen. Secretillos u oscuras sombras imposibles de vomitar, sabedores que dañaríamos al receptor o a nosotros mismos… Así somos las personas. Así somos tú y yo.
 
Tendríamos que comunicarnos mucho más desde el yo, que desde el ego, así evitaríamos el mareo existencial.
Requerimos imaginación para disfrutar del silencio, para entender que hay diferentes formas de pensar y de hacer las cosas; que la realidad es una construcción mental, que somos nosotros quienes atribuimos un significado a las cosas.
 
“La emoción de vivir”, por D. Javier Urra, doctor en psicología.

– La diestra –

Posted in Wo-Oshimu (Algunos de mis micro-relatos) on 19 junio, 2013 by Shibumi-san
 
 
“– No debéis fiaros de vuestra mano cuando esta empuñe la pluma.” – (Juró que le había dicho el joven Molière a un amigo, cuando este le envió un texto para conocer su opinión como experto).
 
Y tomé consciencia de que mi mano había estado intentando adornarse llevada por su propio ego. Con el tiempo, ella había adquirido una práctica en la escritura tal, que solo se preocupaba de la estética de las palabras, dejando de lado tanto su significado como el sentido derivado de la intención.
 
Se regocijaba al distribuir los trazos de tinta sobre el papel, deleitándose en pequeños detalles y florituras como alargar una jota para que recuerde a otra que descubrió en un antiguo códice. Le otorgaba a la ele formas góticas o renacentistas, o  acicalaba con un innecesario flequillo a la o, que ya desde su concepción es la más redonda y alopécica de las letras.
 
Decidí escribir con la otra mano, que para eso tengo dos. “La otra”, siempre había permanecido en silencio desde la humildad. Nunca había escrito ni una palabra, ni juzgado a “la primera” mano, ni  había protestado por ello.
 
Entonces me salieron los renglones torcidos y unas letras más grandes que otras, marginando (a simple vista), las grandes a las pequeñas y por ello ofreciendo una grotesca imagen en la que ambas resultaban ridículas en su estética.
Mi caligrafía daba una impresión inexperta e infantil; pero no obstante, la jota era una jota completa con su punto encima, la ele tan limpia y pura como un ángulo recto, y la o tan calva como fue concebida.
 
Después releí lo escrito dejando al margen la estética infantil de las letras, y se abrió ante mí la sencillez del texto. Se trataba de un pequeño relato sin adornos ni florituras, en donde no se intuía ningún afán de éxito.
Un texto sin pretensiones.
 
Ya no me importó tanto el aspecto del embalaje, como su contenido.
 
Finalmente, decidí titular aquél texto como «La diestra»; ya que después de todo, no me había resultado tan difícil descubrir que mano había demostrado más destreza en el momento de escribirlo.
(Ichigeki Hisatsu Shibumi-san)

 Tinta y papel

La fábula de los ciegos.

Posted in Curiosidades on 20 May, 2013 by Shibumi-san
 
 
«Durante los primeros años del hospital de ciegos, como se sabe, todos los
internos detentaban los mismos derechos y sus pequeñas cuestiones se resolvían por mayoría simple, sacándolas a votación.
Con el sentido del tacto sabían distinguir las monedas de cobre y las de plata, y nunca se dio el caso de que ninguno de ellos confundiese el vino de Mosela con el de Borgoña.
Tenían el olfato mucho más sensible que el de sus vecinos videntes. Acerca de los cuatro sentidos consiguieron establecer brillantes razonamientos, es decir que sabían de ellos cuanto hay que saber, y de esta manera vivían tranquilos y felices en la medida en que tal cosa sea posible para unos ciegos.
 
Por desgracia sucedió entonces que uno de sus maestros manifestó la pretensión de saber algo concreto acerca del sentido de la vista.
Pronunció discursos, agitó cuanto pudo, ganó seguidores y por último consiguió hacerse nombrar principal del gremio de los ciegos. Sentaba cátedra sobre el mundo de los colores, y desde entonces todo empezó a salir mal.
Este primer dictador de los ciegos empezó por crear un círculo restringido de consejeros, mediante lo cual se adueñó de todas las limosnas. A partir de entonces nadie pudo oponérsele, y sentenció que la indumentaria de todos los ciegos era blanca.
Ellos lo creyeron y hablaban mucho de sus hermosas ropas blancas, aunque ninguno de ellos las llevaba de tal color.
De modo que el mundo se burlaba de ellos, por lo que se quejaron al dictador. Éste los recibió de muy mal talante, los trató de innovadores, de libertinos y de rebeldes que adoptaban las necias opiniones de las gentes que tenían vista. Eran rebeldes porque, caso inaudito, se atrevían a dudar de la infalibilidad de su jefe. Esta cuestión suscitó la aparición de dos partidos.
 
Para sosegar los ánimos, el sumo príncipe de los ciegos lanzó un nuevo edicto, que declaraba que la vestimenta de los ciegos era roja.
Pero esto tampoco resultó cierto; ningún ciego llevaba prendas de color rojo. Las mofas arreciaron y la comunidad de los ciegos estaba cada vez más quejosa. El jefe montó en cólera, y los demás también.
 
La batalla duró largo tiempo y no hubo paz hasta que los ciegos tomaron la decisión de suspender provisionalmente todo juicio acerca de los colores.
 
Un sordo que leyó este cuento admitió que el error de los ciegos había
consistido en atreverse a opinar sobre colores. Por su parte, sin embargo,
siguió firmemente convencido de que los sordos eran las únicas personas
autorizadas a opinar en materia de música.»

 

(Hermann Hesse. Inspirada en Voltaire )

 

Bertrand-Russell 

-No hemos aprendido a vivir-

Posted in Sin categoría on 10 abril, 2013 by Shibumi-san
 
“En nuestra cultura, en dos mil años si partimos de Grecia, el progreso técnico ha sido prodigioso; increíble. ¿Qué podían sospechar jamás, no digo los griegos, ni los de la edad media, ni los del Renacimiento, ni todavía los del siglo XIX, las alturas que ha alcanzado el progreso científico y técnico de nuestro tiempo? En ese sentido, si se da una nota, hay que darle un cien a los técnicos. Pero… ¿Y en la vida social? ¿Y en la vida humana? ¿Y en la vida cotidiana? Seguimos exactamente igual que hace dos mil años: con guerras, con divisiones, persiguiéndonos, luchando, combatiendo, con xenofobias, con exclusivismos, con nacionalismos excluyentes… Hasta las religiones que aman al prójimo, se matan unas a otras desesperadamente y con fanatismo feroz.
 No hemos aprendido a vivir como humanidad; la humanidad está por hacer.Todavía en otros tiempos se podía pensar que nos separaban océanos, desiertos, montañas… unas culturas ignoraban a otras, en América no se sabía lo que se hacía en Europa y viceversa… Pero ahora, cuando la técnica nos ofrece comunicaciones instantáneas, transportes casi instantáneos, todas las oportunidades para encontrarnos en un escenario único, ahora nos encontramos con que seguimos lo mismo: sosteniendo las mismas barbaridades, las mismas crueldades, las mismas salvajadas.
Ahora mismo, ¿Cómo es posible eso? ¿Cómo no hemos aprendido a vivir? ¿A vivir en paz? ¿A vivir con la naturaleza? ¿A vivir con sosiego?  ¿A disfrutar de esa técnica? Es pura barbarie.
Yo recuerdo de algunas películas americanas en las que los pieles rojas detenían un tren, lo asaltaban, y luego cogían todo lo que habían encontrado en el tren y empezaban a disparar al aire los fusiles, se emborrachaban… No sabían que hacer con los instrumentos. Nosotros no sabemos que hacer con la técnica. No  tenemos el arte de vivir; tenemos mucha técnica, y muy poca sabiduría. 
 (…)
¿Tenemos mucho tiempo libre para vivir? ¿Para vivirnos? ¿O pedimos constantemente que nos vivan? Vamos al médico a que nos cure. Vamos al profesor a que nos enseñe. No nos enseñamos; no nos curamos, y esa es la vida: hacernos nosotros. La vida es hacernos lo que somos. Lo sabían los griegos, pero no se sabe ahora lo que es. Hacernos lo que somos. Cada uno de nosotros nace con un potencial que tenemos, no ya el derecho de vivir, el derecho de desarrollar. Se habla mucho del derecho de vivir, y hay algo mas fuerte que el derecho de vivir. Es el deber de vivir.
Queridos jóvenes, tenéis el deber de vivir; y el deber de vivir es hacer de vuestra potencialidad lo más que podáis. Cada uno en su campo, pero ser lo más posible; coger la vida que hemos recibido y añadir algo con ella a la vida. “Hacerse lo que se es”, lo sabían perfectamente los griegos. Pero hacerse lo que se es, exige tiempo; tiempo para hablar con uno mismo, que casi nadie lo hace (estoy convencido a juzgar por los actos luego). Escucharse a si mismo. Decía Machado “el que habla consigo mismo, espera hablar con Dios algún día”. Yo no tengo esa esperanza de ninguna manera, pero hablo conmigo profundamente.
(…)
 Nos encontramos con que la libertad hay que ejercerla con las condiciones que ponían los propios revolucionarios: con igualdad y con fraternidad: con esa fraternidad de la que hablan las religiones antes de matarse unos a otros. El hombre libre con igualdad y fraternidad, es el hombre con dignidad. Son valores fundamentales. Son valores para ensalzar lo que mas os deseo que lleguéis a conseguir. Lo que mas os ruego que tratéis de cultivar, que es el pensamiento libre. O mejor os dirán que el pensamiento libre es algo muy peligroso; eso lo dicen los que son absolutistas y, por consiguiente, el pensamiento libre lo consideran relativismo.
 El pensamiento libre es indispensable para todo, y si todos practicáramos el pensamiento libre, habría ciudadanía.  Y si hubiera ciudadanía, no pasaríamos las crisis que pasamos. De modo que por favor, pensemos en la libertad, y en el pensamiento libre, porque el sistema ya no tiene ideas. Todo lo que nos proponen nuestros dichosos líderes es el desarrollo, de más, y más, y más; el desarrollo exterior y cuantitativo. No el desarrollo interno de las personas; no el desarrollo que nos perfecciona, no, sino el desarrollo que aumenta la cantidad de cosas que hay, y entre las cosas hay, hay basura, porque lo que producimos en gran escala y con gran productividad es la basura. El desarrollo que nos proponen, al que llaman Desarrollo Sostenible es, (y lo sabemos los economistas), totalmente insostenible.»

 

Extracto del discurso sobre el humanismo, de José Luis Sampedro en la Universidad Carlos III de Madrid, el  día 19/10/2010.

Sensacional función única

Posted in Sin categoría on 2 marzo, 2013 by Shibumi-san
 
 
 «Tomen asiento y disfruten
del maravilloso espectáculo
que nos ofrecen los recuerdos,
mientras el tiempo imprime su huella
dibujando arrugas al pasar.» 
 Ichigeki Hisatsu Shibumi 
Prengen el seure
 
 

Leyendas (IV)

Posted in Wo-Oshimu (Algunos de mis micro-relatos) on 2 junio, 2012 by Shibumi-san
 
 
“Tal vez solo sea producto de la intuición, pero quizás, algún día desaparezca del mismo modo que llegó. Sin ruido; sin grandes aspavientos, como si de puntillas andáse sobre suelo de algodón, y se dirigiera sin duda hacia el lugar donde anidan las águilas.
Cada mañana,  desde las cumbres, observaría como el sol del amanecer ilumina la tierra en dirección a él, permitiendo al ser alcanzado por la eclosión de luz, que ésta le embriagara con toda su esencia.
Aunque la importancia del hecho sea nula, posiblemente muchos años después podría ocurrir que alguien en algún otro lugar o quizás en otro mundo se pregunte si aquello fue real; si verdaderamente había existido. Si no había sido una pesadilla o un sueño de los que apenas se recuerdan. O ambos.
Que alguien desconocido recuerde lejanamente su primera frase escrita con un dedo sobre vaho, en el cristal de una ventana mil veces más tenue que el recóndito y diminuto lugar en donde se conjuga toda la química del mundo para que nazca la pequeña chispa que al instante siguiente producirá la risa.
 Alguien jurará que conoció a alguien que juró haber estado allí en aquel momento, que lo habia conocido y  compartido sus vicisitudes en primera persona. Y la verdad de lo que diga será tan verdadera como las demás verdades de otros, y será tan falsa como las mentiras de los demás. Y con la unión de verdades y mentiras, nacerá y tomará forma la historia.
Al decir adiós, siempre se abren nuevos caminos cuya exploración es siempre una aventura, aunque para decir adiós las palabras no sean obligatorias o necesarias siquiera.
Con el paso del tiempo los huesos serán absorbidos por la tierra como siempre ocurrió y mas tarde, ya nadie le recordará. Entonces, ya nada habrá importado porque nada habrá sido importante, excepto el presente de quienes quedan.”
  
(Del libro Wo-oshimu, de Ichigeki Hisatsu Shibumi-san) 
 Hiroshima 2
  Hiroshima 1
   

– Dokugaku suru – (Aprendizaje)

Posted in Wo-Oshimu (Algunos de mis micro-relatos) on 30 enero, 2012 by Shibumi-san
 
“Recuerdo entre neblinas, debido sin duda al paso del tiempo, que en aquella época el calor era tan intenso, que si dijera que el sol caía con justicia, estaría convirtiendo esta frase en un comentario absurdo. Entre otras cosas, porque no creo que el sol sepa discernir entre lo que es justo o injusto.
Avanzaba sin demasiado ánimo, quizá porque mis pensamientos estaban en discordancia con cada uno de mis pasos, así que pregunté: 
 -Maestro, ¿Qué tenemos que hacer allí?
  -Nada. –Respondió sin mirarme.
 Su respuesta añadía aun más desazón en mi ánimo; así que decidí insistir de nuevo.
   -En ese caso, ¿Por qué motivo tenemos que recorrer tanta distancia con este calor, y además caminando?
  – Para aprender, claro. Cuanto menos, a no tener prisa, a vivir despacio… Siempre se aprende si se mantienen los ojos abiertos. ¿Ves aquel árbol en la lejanía? Cuando lleguemos allí, aprovecharemos su sombra para descansar.
 Cuando llegamos al punto que él había dicho, descargamos nuestros bártulos para descansar y dormir un poco; mi cuerpo exigía su tributo por el esfuerzo realizado.
El árbol era muy frondoso. Sus verdes hojas ofrecían una sombra fresca y confortable, al tiempo que opacaban levemente el trinar de algunos pajarillos que habitaban las ramas altas de su copa,  que mecidas por una suave brisa, conseguían crear un ambiente confortable, relajante y apaciguador.
 Me dejé caer bajo la sombra, y mire a mi maestro.
Este se encontraba de pie, oteando el entorno: el horizonte, el cielo, la dirección del viento…Como si acaso hubiera un sitio mejor para descansar en varios kilómetros a la redonda.
Si es pecado, lo llevo dentro; pero por mi mente paseó libremente un fugaz pensamiento sobre los efectos que puede llegar a causar la vejez en la cordura de los hombres, por muy coherentes que éstos puedan llegar a ser. Seguidamente, me adentré de forma casi inconsciente en la dimensión de los sueños, donde la mente nos  traslada a mundos que solo ella decide.
 
Al cabo, como si de mil lanzas se tratara, la luz y los rayos del sol me despertaron. La piel de mis manos, mis brazos, mi cuello y mi cara,  estaba enrojecida e hinchada por los efectos del sol; éste, en el transcurso de su viaje y durante mi sueño, había cambiado de forma y lugar la sombra, dejándome totalmente expuesto a sus inclemencias.
Dolorido, volví a mirar a mi maestro, que aún dormía unos metros mas allá, resguardado del sol y cobijado por la sombra que ahora le ofrecía el árbol, como si el mismo árbol hubiera decidido protegerlo a él en vez de a mí.
 No podría asegurarlo con total certeza, pero creo recordar entre neblinas, debido quizás al paso del tiempo, que posiblemente se intuía, remota, la existencia de una leve sonrisa en su rostro.”
  
(Del libro Wo Oshimu, de Ichigeki Hisatsu Shibumi-san

 

– Urgente –

Posted in Wo-Oshimu (Algunos de mis micro-relatos) on 19 febrero, 2011 by Shibumi-san
 
 
De repente… se paró.
Se quedo absolutamente quieto; como sumido en pensamientos que acudieran a su mente sin aviso previo de llegada.
Lentamente, él giro la cabeza a un lado, y luego al otro. Observó a la gente de su alrededor, que corría como despavorida para guarecerse de una tenue llovizna de verano, que apenas llegaba a calar.
¿Cuánto tiempo hacia que no pisaba un camino de tierra? ¿Dos meses? ¿Cómo había llegado a esa situación?
De forma súbita, se había percatado de detalles como el olor de la humedad o el sonido que producía el golpeteo de las gotas de agua sobre el suelo, opacando un silencio tan intenso como el miedo de un moribundo consciente de ser moribundo.
Allí, en mitad de una calle de tierra que ahora empezaba a ser de barro, sintió las gotas caer sobre su cara, y resbalar por su cuello decenas primero, y después centenas quizá, de diminutos riachuelos que en su imaginación adquirían un danzarín reflejo plateado, y que se deslizaban limpios entre el verde y el ocre de un bosque que sabía como filtrar los rayos del sol para convertir la luz de por sí en arte; el mismo bosque que imaginaba desde que era un niño, y que tal vez nunca existió excepto en su imaginación.
 Si; de repente, se paró.
Lo primero. Lo importante. Lo urgente. Lo necesario. Lo primordial. Lo vital.
Todo eso, de repente se paró. Se quedó absolutamente quieto.
Él, mojado, fresco y consciente… esbozó una sonrisa de satisfacción.
 
 
(Del libro Wo Oshimu, de Ichigeki Hisatsu Shibumi-san

 

Mordiendo el polvo

Posted in Sin categoría on 17 octubre, 2009 by Shibumi-san
 
Goliat, Aquiles, Gengis… ¿Qué más da el nombre o el tamaño del enemigo cuando lo que realmente cuenta en la batalla es su poder?
Nadie habría apostado ni siquiera un Yen por él cuando empezó la contienda. A fin de cuentas… ¿Quién era él? Alguien mundano; un mortal. Un hombre. Un hombre nada más… pero también nada menos.
Ante tan terrible enemigo aparecía como algo insignificante. Apenas nada; apenas nadie.
Aún así, la lucha ya duraba más tiempo del que nadie calculara jamás. Por supuesto, y como cualquier hombre, había tenido momentos de flaqueza. Había hincado varias veces la rodilla en el suelo, y había llorado de dolor y de rabia. En momentos así, recordaba anécdotas que habían transcurrido a lo largo de su vida. Recordaba hechos y palabras que aparentemente en su día no tenían mayor importancia; el ánimo y afecto de quienes le apoyaban, o las palabras que su madre repetía en cualquier momento, sin dudarlo, donde y delante de quien fuera menester: “El, es el más valiente de mis hijos.”
 
Entonces, se levantaba, y si no lo decía en voz alta, lo pensaba:
 
         Es verdad que estoy realmente agotado. Te creían invencible y quizás aún lo seas. Pero estoy aquí, y todavía no me has vencido. Para hacerlo, tendrás que esforzarte más. Para vencerme, tendrás que ser aún mas fuerte. Así y todo, dudo mucho de tu victoria. Nunca jamás esperes mi rendición. Y ni te miento a ti, ni a mí mismo.
 
Antes de terminar de pensarlo, ya estaba arremetiendo de nuevo contra el terrible gigante. Con tanta determinación, que el resultado final quedaba de nuevo en suspenso.

 

Ichigeki Hisatsu Shibumi

 

 

 

 

– El juicio del loco –

Posted in Wo-Oshimu (Algunos de mis micro-relatos) on 20 abril, 2009 by Shibumi-san
 
«El caudillo del clan se acomodó las rudas e incomodas  pieles que le servían de vestidura, y dando otro largo sorbo al extraño brebaje, eructó con absorta parsimonia, para seguidamente continuar interrogando al extraño extranjero de ojos rasgados, que maniatado y ferozmente magullado, yacía a sus pies.
 
 – ¿Y dices que vienes de más allá del mar?
 
 – Así es, señor. Y  también he viajado por diferentes países del continente, teniendo la oportunidad de conocer todo tipo de artilugios y gentes de diferentes cualidades.
 
 – ¡Diferentes cualidades! –  El caudillo clavó sus terribles ojos negros en el prisionero  – ¡Como si acaso tú no fueses lo suficientemente raro, maldito charlatán! Tus palabras revolucionarias hacen que las gentes del poblado empiecen a tener la cabeza llena de pensamientos tan absurdos como tus palabras. Algunos, hasta empiezan a creer que pronto tendrán una vida aun mejor que la que tienen. Háblame otra vez de ese artilugio que permite separar los pies del suelo.
 
El extranjero llenó sus pulmones de aire, intentando ignorar el dolor que este simple acto le producía en las costillas de la parte izquierda de su cuerpo.
 
 – El invento del que hablo, señor, no solo permite a la gente separar los pies del suelo, sino incluso elevarse o vivir en planos diferentes, y también, por ejemplo, podría permitir a una persona tener dos casas en un mismo edificio. Realmente es algo de tal simpleza, que le asombraría conocerlo.
 
El caudillo, arrugando el ceño y apretando los oscuros dientes con fiereza, procedió a rascarse la entrepierna con inusitada fruición. Seguidamente masculló:
 
 – ¡Ya he escuchado suficientes badomías! ¡Ordeno que al amanecer seas atado a un poste y puesto al sol! A ver si así desaparecen esas ideas locas de tu cabeza.
 
A continuación, los guerreros levantaron al prisionero para llevarlo de nuevo a las mazmorras; pero justo antes de cruzar las puertas, el caudillo le preguntó de nuevo:
 
 – ¡Extranjero! ¿Cómo dices que se llama ese artilugio tuyo?
 
 – Escalera. Su nombre es escalera, señor.
 
 – ¡Menuda majadería! Aún es más descabellado el nombre que el propio invento. Vaya imaginación enfermiza. Lleváoslo.
 
Y dicho esto, soltó varias risotadas mirando a los congregados que alegres se unieron a sus risas. Después, volvió a beber del cuerno lleno de brebaje, rebosando éste por ambas partes de la cara y derramándose a través de su cuello hasta las pieles de su vestimenta, para a continuación gritar con autoridad:
 
 – ¡Que suene la música! ¡Que entren las bailarinas! «

 

 

(Del libro Wo Oshimu, de Ichigeki Hisatsu Shibumi-san)

 
 
 

 

*

Posted in Sin categoría on 5 abril, 2009 by Shibumi-san
                             

Octubre, 5 (Alegoría del I Aniversario de una segunda oportunidad)

Posted in Wo-Oshimu (Algunos de mis micro-relatos) on 4 octubre, 2008 by Shibumi-san

 

 

Y pasan los días. Una hora va a rueda de otra, sin perder su rebufo minuto a minuto. Cada una de las horas, guiada por complicados mecanismos ideados por la mente del hombre para medir el tiempo, en su loco afán por controlar cuanto le rodea. Pensando, dentro de su  inconsciencia, que todo tiene que ver con él, pero nada le afecta de forma personal. Y lo que es peor: que todo cuanto le rodea le pertenece.

 
Y mientras pasan, de vez en cuando sigo teniendo aquel leve estremecimiento en los hombros y en la espalda; el mismo escalofrío que sentí al coger un melocotón robado a un árbol cultivado por otro hombre. El que sentí las primeras veces que empecé a salir a la calle solo. Al conocer lugares, locales, libros, músicas y personas por mí mismo. Al saludar a alguien ya “conocido”. Al sostener la primera mirada. Al ser consciente del día, de la noche, del aire y los olores y aromas que éste conlleva. Del andar y del caminar. De la vida con su adjunta e inevitable muerte.
– Esto es muy grande, y hay que tomarlo con calma- me decían mis adentros. Fue este mismo tiempo que pasa inexorable quien me dio la razón: todos a quienes conocí que quisieron comerse el mundo, acabaron siendo engullidos por él. No es un escalofrío derivado del miedo;  quizá sí aparezca al tener la certeza de la pequeñez e insignificancia que nos caracteriza. De la fugacidad de nuestra existencia. Aun lo siento, sí: lo siento y me reconforta.
 
Y pasan los días. Y pienso que el Ahora, desde el punto de vista de la instantaneidad, jamás ha existido. Nos decimos a nosotros “Vive el momento, ¡Carpe diem!”… sin detenernos a pensar que cuando decimos “momento”, éste ya forma parte del pasado; que mientras pensamos “¡Ya!”, ya está pasando. La inexorable y afilada manecilla del segundero apenas da abasto para contar la infinidad de irrecuperables segundos que van cayendo decapitados a su paso, quedando en el olvido de una fosa común. Mientras tanto, cada cual vive de la forma más cómoda  posible, aquello con lo que le ha tocado vivir. Yo, tomo aliento. Y lo expulso. Y recuerdo que leí en algún sitio que el oxigeno oxida, envejece. Pero no importa: ya pasó.
 
Y mientras pasan, me cruzo en las aceras con caras ensimismadas, sumidas en miles de problemas sin importancia. Problemas exageradamente engrandecidos, que si no existen los creamos. Cuando nos llegue la hora del adiós a todo, si nos da tiempo, pensaremos en cuantos momentos de angustia hemos vivido, debido a insignificancias absurdas que ahora nos parecen terribles. Los malos y los buenos momentos no se quedaran ni siquiera en el pasado. Entonces, aunque demasiado tarde, aprenderemos a distinguir cuales eran las cosas realmente importantes, si es que las habían.
 
Y pasan los días, y sigo escuchando voces que dicen que la vida es perra o maravillosa, pero nunca oí a nadie decir que la vida fuese fácil. En los tiempos en que una aventura consistía en abrochar un botón propio en lugar de desabrochar uno ajeno, mi padre me enseñó que tenía que aprender a vestirme por mí mismo. Y eso, cuando aun no había llegado a conocer la terrible asignatura que sería aprender a enlazar los cordones de mis zapatos. Ya hace tiempo que me visto por mí mismo, y hasta la fecha de hoy, nunca se me han caído los pantalones por la calle. La vida no es fácil ni aquí, ni ahí, ni allá. No está hecha para los débiles, y uno debe aprender a masticar su propio arroz.
 
Y mientras pasan, sigo mirando a las estrellas con los ojos de un niño ya grande, y como un niño, sigo pensando que nuestros vecinos del cielo dejan las luces encendidas toda la noche y cada noche. Y que aunque todos los años vuelven las oscuras golondrinas de Becker, no siempre son las mismas y algunas quedaron en el camino, reemplazadas por otras nuevas. Porque todo lo que se rompe, o es reparable o  reemplazable, ya que lo imprescindible tiene una dudosa existencia.
 
Y pasan los días, y sigo subiendo a trenes que no sé a donde me van a llevar. Mientras, observo como otros se van sin mí porque no se puede estar en todos. Y otros tantos que no veo pero de los que estoy  seguro que antes o después pasaran por esta misma estación. Y si no lo hacen, cuanto menos me permito soñar que lo harán. Supongo que también habrá otros trenes que ni siquiera intuyo, porque son muchos los impulsos eléctricos que nos pasan desapercibidos en forma de ideas; luces que deambulan por el interior del cerebro, a una velocidad de casi trescientos mil kilómetros por segundo.
 
Y mientras pasan, vamos dejando en el olvido asuntos como aquella gran carrera que todos ganamos antes incluso de ser embriones; cuando no había un podium para el segundo clasificado y dejábamos atrás a miles de congéneres, llevados por nuestras ansias de vida. Por existir. Y olvidamos que cuando se ha sido campeón una vez, se es campeón para siempre. Nos volvemos incapaces de detectar ante un espejo, aquel brillo que veíamos en nuestros ojos cuando éramos niños. El brillo donde reside la sagacidad, la tenacidad y la osadía. La fuerza del impulso. El empuje que nos ayuda a seguir hacia adelante. Olvidamos que la carrera no ha hecho más que empezar; que merecemos estar aquí porque todos los que estamos somos campeones y nos lo hemos ganado . Y olvidamos también que cuanto más lejana esté la meta, más motivos deberíamos tener para sonreír.
 
 
Y pasan los días con sus noches. O las noches con sus días, que igual me da.
Y mientras pasan, espero volver a despertar mañana y sentir las horas pasar.
Como en cada día… para mañana, hoy, será ayer.

 

 

(Ichigeki Hisatsu Shibumi-san)

 

 

 

                                              
 
 

Nada.

Posted in Curiosidades on 30 May, 2008 by Shibumi-san
(Entre nosotros <y ahora que estamos solos>: te felicito por haber sabido mirar en donde aparentemente no había nada; decide tú si ha valido la pena). 
 
La nada no es nada y como no es nada, puede ser cualquier cosa; pero no cualquier cosa puede ser nada. Para que cualquier cosa sea nada, no puede ser cualquier cosa puesto que entonces será algo. Si es algo, ya no es nada porque la nada no puede ser algo; y si no es nada, entonces es cualquier cosa.
 Pero quedamos en que no cualquier cosa puede ser nada, por lo que llegamos a la conclusión de que nada es nada, pero nada no puede ser nada, ni algo, ni cualquier cosa. 
Si hay «algo» llamado «nada», ya es algo y por lo tanto ha dejado de ser nada. 
 
En lenguaje coloquial se conoce como nada a la ausencia de todo, o de algo, o de nada; lo que nos lleva a plantearnos el problema de la auto referencia (Gödel): “Si nada es la ausencia de nada (es decir, nada de nada), podemos concluir que el conjunto <Nada> no se puede contener a sí mismo”. 
 
En términos de Zonofavic, la nada es como un huevo vacío y sin cáscara. Los físicos y los existencialistas como Jean Paul Sastre, definen a la nada (a mí personalmente me parece la mejor definición),  como lo que a continuación, pondré entre paréntesis:     (   ) 
 
 
Ichigeki Hisatsu Shibumi
 

…El laberinto sentimental, de José Antonio Marina.

Posted in Lo encontré en el libro... on 9 abril, 2008 by Shibumi-san
 
Somos inteligencias emocionales. Nada nos interesa más que los sentimientos, porque en ellos consiste la felicidad o la desdicha. Actuamos para mantener un estado de ánimo, para cambiarlo, para conseguirlo. Son lo más íntimo a nosotros y lo más ajeno. No sentimos lo que querríamos sentir. Somos depresivos cuando quisieramos ser alegres. Nos reconcomen las envidias, los miedos, los celos, la desesperanza. Desearíamos ser generosos, valientes. tener sentido del humor, vivir amores intensos, librarnos del aburrimiento, pero nos zarandean emociones imprevistas o indeseadas.
 
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“Los hombres desean no temer, comienzan a hacer temer a los otros y aquella injuria que quieren ahuyentar de sí la dirigen contra el otro, como si fuera necesario ofender o ser ofendido”.

(Discurso sobre la primera década, de Tito Livio)

 
 

Tibet, un mundo, un sueño.

Posted in Sin categoría on 20 marzo, 2008 by Shibumi-san
 

 

Rompo desde aquí, una pequeña lanza en favor de Tíbet, vertiendo mi opinión de forma estrictamente personal.
 Aunque pienso que las fronteras son tan solo marcas dibujadas con la orina de los perros que quieren apaciguar su afán de poder (delimitando “su”  territorio), estoy convencido de que si Tíbet tuviese el petróleo de Kuwait, las fuerzas de la comunidad internacional ya habrían tomado cartas en cuanto al asunto de la terrible y sangrienta invasión por parte del pueblo chino a Tíbet, desde hace mucho tiempo; pero no obstante, cada día que pasa, los grandes mandatarios tienen menos pudor a la hora de enseñar sus vergüenzas al mundo, porque ellos ni tan siquiera lo ven ya como algo vergonzoso. Lo único que realmente les importa, son sus intereses políticos, el poder, y sobre todo el dinero.
 No dudan en enviar sus tropas (aunque de pacificación, también siempre bélicas), a tal o cual país, siempre y cuando esto suponga obtener una “zona» estratégicamente importante, o en su defecto, cuantiosos beneficios económicos.
 Tíbet, quizá uno de los países más pacíficos (aquí se habla de PAZ) que existen, en el que sus habitantes intentaron repeler en 1950, la terrible agresión de China (provistos de armas automáticas y modernas), con las armas de su arsenal, que constaba de poco mas que lanzas, arcos y flechas. Esto nos podría llevar a plantearnos lo siguiente: ¿Es suficiente motivo el hecho de que un país con soberanía no piense en matar, (y no dedique grandiosas partes de su presupuesto en armamento), para invadirlo y adueñarse de él? ¿No sería mas cómodo el mundo, si los demás países tomasen ejemplo de Tíbet y las personas no pensaran en matarse unas a otras?
 
 Nos hablan de la soberanía de los países, de sus culturas, de sus creencias propias, etc. Pero esas cosas ya no importan. La riqueza cultural de un país, ya no es riqueza si no va acompañada de pozos petrolíferos, diamantes, oro…
  Se está perdiendo la vergüenza, si es que no se ha perdido ya. Gentes de familias adineradas, y con una educación tan exquisita que se nos escapa, no dudan en pelearse como perros o insultarse unos a otros delante de millones de espectadores a través de los medios de comunicación, para conseguir un mísero voto en las urnas, que les permita aumentar así su poder, su estatus, y sobre todo sus arcas, en nombre de la democracia, la república o el sistema político que toque en esos momentos, argumentando que quieren aumentar nuestro bienestar social; que lo que desean con todas sus fuerzas, es ayudarnos a vivir mejor.
  Señores, si es por eso, a mí no me ayuden; ya vivo por mí mísmo, al tiempo que intento respetar a quien tengo al lado. Ayúdense ustedes, que aún con sus arcas llenas, están más necesitados.
   En mi opinión, los Valores del Tesoro, son lo de menos valor en comparación con otros valores, como por ejemplo lo puedan ser los Valores Humanos. Ni sé, ni soy quien para enseñarles, pero ya que lo tienen, deberían aprender a usar el poder para intentar hacer el bien en el mundo.

 

 
 Ichigeki Hisatsu Shibumi

               

– El vuelo de una mosca –

Posted in Wo-Oshimu (Algunos de mis micro-relatos) on 27 febrero, 2008 by Shibumi-san
 

 

«El local estaba limpio; pero así y todo, el chico frotaba el mostrador en un vano intento de lustrarlo aun más.
En el rincón de costumbre, la pandilla habitual de jóvenes  continuaba bebiendo e increpando al forastero que seguía sentado en la misma posición, con la boca entreabierta y observando ensimismado el vuelo interminable y circular de una mosca, sin haber probado aún la limonada que había pedido, y que el muchacho del mostrador le había servido dejándola sobre la baja mesa.
 
Se dice que en todos los pueblos, hay un tonto; alguien que es más tonto que el resto de tontos. Un tonto, que destaca sobre los demás. De seguro, este forastero era el  tonto de algún pueblo cercano y había elegido esta casa de licores para apaciguar su sed.
El chico del mostrador dejó de abrillantarlo, para dedicarse a secar con un paño, la humedad de las tazas lavadas previamente. El forastero, optó por dar un largo sorbo a su limonada, para después continuar mirando la mosca, no escuchando en apariencia, los comentarios e insultos que los clientes de la otra mesa le dedicaban. Clientes éstos a los que por momentos costaba más trabajo entender, a medida que consumían el sake tibio.
– ¡Eh, tu, idiota! Dinos… ¿Qué te está contando tu amiga la mosca? ¿O acaso estas esperando a que se adentre en tu boca para acompañar tu bebida? 
 
Y las carcajadas, algunas forzadas, volvían a sonar una y otra vez.
Al cabo de un rato, el forastero terminó su limonada. Se acercó al mostrador y abonó el importe de lo que había consumido, dándole también las gracias al chico.
Cuando llegó hasta la puerta del local, se giró, y respondió a la pregunta que momentos antes le habían formulado:
– Esa mosca, con su circular vuelo, me ha hecho ver que todo puede ser cíclico; que todas las cosas terminan para volver a empezar. Que todo se puede repetir. Es posible que no sea así… Pero en cualquier caso, es infinitamente más interesante que cualquier cosa que hayas dicho tú en toda la tarde.
  
 
Y diciendo esto, abandonó el local.
El muchacho del mostrador se quedó pensativo, y después corrió tras él. Una vez en la calle, le preguntó:
– Disculpe señor, ¿Por qué razón atiende a las palabras de los estúpidos?
  Porque al igual que del vuelo de aquella mosca, se puede aprender de todo cuanto nos rodea; los estúpidos, nos enseñan como no debemos comportarnos para así no ser de su condición.
 
El muchacho volvió al interior del local, donde ahora reinaba el silencio, y continuó secando las tazas.
Tal vez, ya no quedaba nadie de quien reír en aquél local. Tal vez si.»

  

(Del libro Wo Oshimu, de Ichigeki Hisatsu Shibumi-san)